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Faurecia: Closing Time



Aquel tipo era el baranda de Lear Corporation y había roto su matrimonio  con Faurecia. Tenía respuesta para todo, aunque le cambiaran las preguntas. Y dicen también que  firmaba despidos al son Closing Time, la vieja canción de Cohen. Y es que este cierre de persiana de Faurecia es el ejemplo más irracional del nuevo  capitalismo sin alma. Ingeniería de la codicia llevada al extremo. De cómo el capitalismo canalla  nos ha ganado la partida. Pero no hay que sentirse culpables. Los currelas de Faurecia han dado el do pecho hasta la extenuación, han explorado todas las vías posibles, han negociado, renegociado, rendido cuentas y puesto su pasado, presente y futuro  a disposición de este capitalismo mesetario. Porque no es gente que se haya rendido o  desertado. En ello les iba la vida. Pero no ha sido posible. Ni con el Séptimo de Caballería hubieran ganado la batalla. ¿Por qué? Porque la verdad estaba ausente de la mesa de negociación. Porque Faurecia ya había firmado su sentencia de muerte como mal menor. Porque detrás de este acto final hay  un banco de tiburones que por la mañana comulgan y por la tarde firman sentencias de muerte. Así es el nuevo capitalismo de extracción. No obedece a razones. Es un capitalismo que ya no gana  explotando obreros sino reventando los mercados y aliándose en complejísimas redes de metaproducción intangible donde el dinero circula por las cloacas. Sus dividendos se suman por billones gracias a la especulación bastarda de los mercados trampeados con patente de corso. Y eso no lo entienden los currelas de Faurecia. Algo rentable aquí, pero mucho más rentable en los cenagales de África o Asia y las autopistas bursátiles liberadas. Compañeros, la ley del mal menor gobierna todos los ámbitos de la vida. Pero nos queda la última lucha, la de la dignidad. Y en esa vais sobrados.

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