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Lo que el santo no ve, o cómo cuestionar los Sanfermines sin dejar ser un buen pamplonés


San Fermín. No hay en el imaginario colectivo pamplonés una evocación más simbólica, más vinculante. No hay. Por mucho que te esfuerces, no encontrarás nada que vincule tanto  a un pamplofascista sin rubor con un izquierdista radical libre.  A una votante UPN con otra de Bildu. Y es que El Santo tiene poderes de seducción que llegan más allá de la ideología que profeses. Porque el Santo está por encima de todo. Para justificar todo. Todo en su honor y deshonor. Y es que Pamplona por San Fermín (en adelante Pamplona por SF)  deja de ser una ciudad para convertirse en un  macroevento festivo de proporciones gigantescas que altera la vida e incluso la muerte  de esta gloriosa ciudad. Pamplona por SF ofrece todas las claves simbólicas para generar una identidad colectiva que esconde y omite la  auténtica realidad de la ciudad, que apaga los focos de los conflictos internos, las contradicciones, las diferencias, los usos y abusos cotidianos de la fiesta en sí. Pamplona por SF trata de lograr, y lo consigue,  un aval de alto rendimiento. Consigue que la ciudadanía defienda esta fiesta sin igual por encima de todo. Más aún,  evita el cuestionamiento de la fiesta en sí y sortea con ello adentrarse en las cloacas por donde circulan los excrementos de las gravísimas contradicciones que  genera.
Pamplona por SF es un macroevento anual.  Nuestro particular macroevento perfectamente embalado en papel-tradición. Y este evento responde, al menos desde hace 25 años, a una pretensión megalómana-festiva que tiene un fuerte componente político superando su pretendida raíz tradicional- cultural. Porque detrás de esta fiesta hay estrategias de ocio, consumo, relación, compra, venta, distribución, marqueting, usos y abusos, modelos de relación y sumisión, absolutamente politizados, pese a quien pese y pese al grito: ¡¡¡ san Fermín, San Fermín ¡!!  silenciador y amortiguador de toda crítica al  Santo y sus delirios. 
Pamplona por SF se convierte así en una ciudad-empresa, en una ciudad-marca, en un proceso industrial con la finalidad de singularizarse como tal y asociar esa singularización a ciertos valores culturales y únicos para vendernos mejor en el mercado de la fiesta sin igual, en la ciudad más casta del planeta. Logramos destacar en el contexto mundial por lo que hacemos, pero también por lo que   dejamos hacer esos días. Por lo visible y lo invisible. Y nos consideramos únicos, porque vendemos intangibles, sensaciones, emociones, sentimientos, símbolos, momenticos de alto valor asociados a nuestra urbe sin igual. Seguir leyendo en Pamplonauta

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